"La palabra corso estaba prohibida y hoy es una fiesta familiar que sirve ante todo para promover la integración"

Marcelo García, director de Los Tigres de Victoria y presidente de la red de murgas de San Fernando habla de la cultura de la calle y la murga como instrumento de integración social. Historia, organización, la incidencia social en los sectores vulnerables, y los detalles de la veta artística, contados en primera persona.

Música, baile, estandartes, repiques. La espuma del carnaval acerca a las orillas de la costa de la región norte un nuevo año de corsos y de diversión, pero detrás de la murga de cada verano, hay un proceso de trabajo y de integración que quizás no esté a la vista de aquellos que se mueven uno o dos fines de semana de febrero para disfrutar de un momento de alegría en familia.

Marcelo García, presidente de Murgas en Red y director de Los Tigres de Victoria, uno de los grupos más convocantes de San Fernando, que cuenta con más de 185 participantes, dialogó con QuePasa sobre la murga como hecho social, su historia, los artistas y el momento de salir ante el público, y recalcó la importancia de acercarse a los barrios con la cultura, y generar de este modo una herramienta de integración.

Marcelo tiene 45 años, y recuerda sus comienzos en la aventura murguera allá por 1978, en plena dictadura militar y, salvando las distancias en los procesos políticos e históricos del país, establece una semejanza con el 2001. "Yo viví la murga en dictadura, donde teníamos que salir corriendo porque nos venían a reprimir, en un momento en el que la comunicación era de otra manera, donde no te preguntaban si tocabas por diversión o por rebeldía. Tenía 7 u 8 años y me llevaba mí viejo. Más cerca en el tiempo, también lo viví en el 2001, con la infantería atrás", cuenta. "En ese momento éramos el fiambre del sánguche, si las cosas salían lindas decían 'que piolas los murgueros' y sino éramos unos negros de mierda en los que no se podía confiar".

"Yo viví la murga en dictadura, donde teníamos que salir corriendo porque nos venían a reprimir"

"En San Fernando, veníamos de la prohibición de los corsos allá por el 2001, y pasamos de eso a eso a tener 7 cuadras de desfile con el mejor de los marcos. La palabra corso estaba prohibida, censurada, y hoy es una fiesta familiar que sirve ante todo para promover la integración", dice.

En cuanto a lo social, García también destaca como prioritario el trabajo en los barrios y el sentido de pertenencia que se genera tanto en sus integrantes, como en los vecinos, que en su gran mayoría apoyan y acompañan las actividades realizadas por los grupos durante el año. "Antes había pelea entre las murgas y ahora eso ya no pasa, tratamos de trabajar por el bien de todos. Cada integrante sabe que somos parte de una sociedad en la que tenemos los mismos quilombos: pibes que se drogan, que toman, que sufren violencia o que están en cualquier otra situación de vulnerabilidad. Y se entendió que juntos somos la herramienta para poder mejorar eso desde nuestro lugar, por eso la murga se convirtió en un espacio de contención", analiza.

Murgas en Red

En línea con la función social de las murgas, surgió el programa Murgas en Red, que promueve ese rol en los distintos barrios de San Fernando. Está compuesto por 33 murgas del distrito que, a través de diversas acciones, tratan de conseguir objetivos de integración en materia de medioambiente, salud o seguridad.

"Gracias a las murgas, se llega a lugares donde de otra manera sería muy difícil llegar"

En el marco de esta iniciativa, se llevan adelante el programa de reciclaje, en el que durante 2017 se juntaron más de 1.800.000 envases plásticos para reciclar. El programa de integración ocular y odontológica, dónde las murgas llevan a los chicos de cada barrio a hacerse controles periódicos o recibir los tratamientos necesarios. También se dan charlas de prevención de accidentes domésticos, y según las estadísticas brindadas por el municipio bajó un 80% el índice de accidentes desde que funciona. Para completar, también se dan charlas de prevención de embarazo adolescente y de violencia doméstica.

"Todo ese trabajo se hace a través de Murgas en Red, en conjunto con el Municipio, y se les da un incentivo a los grupos, que consta de órdenes de compra para materiales. Gracias a las murgas, se llega a lugares donde de otra manera sería muy difícil llegar", afirma García, y destaca que “el nivel de participación de los vecinos es altísimo, porque no sólo lo hacen los integrantes de las murgas, sino todos los vecinos del barrio, que quizás de otra manera no se involucrarían en estos temas esenciales para la mejora de las realidades del barrio”.

La murga refleja la cultura de la calle

Los corsos barriales son uno de los espectáculos de la cultura popular más imponentes que hay. No sólo se vive intensamente dentro de un grupo de artistas, sino en cada casa de cada barrio, donde se participa y se ayuda para que a la hora de salir a tocar todo tenga el color indicado. El desfile oficial se transformó, en el último tiempo, en la frutilla de ese postre, que genera la adrenalina y tensión en los artistas a la hora de salir al ruedo, pero también la sensación de una felicidad compartida con la gente cuando suenan los últimos bombos y trompetas.

"los barrios se preparan para transmitir alegría a través de todo nuestro brillo"

"Se vive con nerviosismo, los barrios se preparan para transmitir alegría a través de todo nuestro brillo, y en los preparativos iniciales todos cosen, salen a limar los detalles que faltan, colaboran con el traslado de instrumentos y de la gente. La murga genera un compromiso precioso en la comunidad”, expresa Marcelo.

El hecho político: ¿Qué falta para que la cultura murguera se disfrute en plenitud?

Después de la dictadura, y luego de la crisis del 2001, la cultura popular tomó relevancia no sólo por el acercamiento innato con las temáticas que representaban a los sectores más vulnerables, sino también por la carga política en el discurso que se da desde la letra de una canción de cumbia o las intenciones del repiqueteo de un redoblante en la calle. “Es imposible no meterse en política cuando uno piensa en el rol de la murga", afirma García, y critica que “hay una falta de apoyo a nivel nacional de la cultura popular, de la cultura de la calle, que nosotros cuidamos y dónde gastamos las zapatillas” y en ese sentido destaca el apoyo brindado por el municipio para poder desempeñarse desde lo artístico y lo social.

“Es imposible no meterse en política cuando uno piensa en el rol de la murga"

“El corso es uno de los pocos espectáculos gratuitos que quedan, y eso tiene que ver con la rebeldía bien entendida: para ser rebeldes hay que tener conducta, nosotros tomamos la calle con la cultura, y hay un gobierno nacional y provincial que lo último que quiere es que se genere encuentro en la calle”, enfatiza el presidente de Murgas en Red y recuerda que "en 2017 hubo represiones en murgas de Capital, y nosotros salimos a bailar con remeras que decían 'Las murgas no se reprimen', y lo hicimos porque parte de estar en la calle se trata de entender los sufrimientos del otro".

"para ser rebeldes hay que tener conducta, nosotros tomamos la calle con la cultura"

"La murga fue ganando terreno con su organización, su respeto y su trabajo. Nosotros tenemos ganas para solucionar problemas de los barrios y damos una mano desde nuestro lugar para eso", cierra García.