Entrevista a los chicos de la Timbó, la revista cultural de zona norte.
| Por Hector Serres |
La Timbó no necesita mucha presentación en zona norte. Casi cualquiera que haya ido a algún espacio cultural independiente la conoce o la vio. Estaba en la barra de La Nave Kadmon y en Goyhe, y la encontrás cuando vas a En Breve, al Lyf, La Galpona, Tiempos Modernos, Canal Cultural y La Multiforme, por nombrar algunos de los más de 30 espacios que hay desde el Delta hasta la Huerta de Saavedra.
Sale desde el 2010 y en cada número abre puertas, corre telones o mira la calle para mostrar a los grupos de teatro, músicos, escritores, artesanos, pintores, artistas y vecinos que pueblan y le dan aire a esta parte del Conurbano. En sus páginas se arremolinan bicicletas, ferias justas, Caracoles y Hormigas; el Matador, Dulcinea, unos tintos y Burone Risso; aparecen salas, chozas, Norestada y bibliotecas populares; Saltan Peces, vuelan Crustáceo Acéfalo y Colectivo Cósmico; se plantan vecinos Unidos por el río y por el Bosque Alegre; se contorsionan títeres y personajes de carne y uña; construyen Ñanderoga y La Esperanza. Todo un mapa cultural que empuja para el mismo lado y que propone algo más que entretenimiento: formas de intervención, transformación y cambio. La Timbó los aglutina y potencia los puentes.
Juan Carlos Dall’Occhio y Guido Zappacosta dirigen la revista y Clara Colombo la diseña. Con ellos nos encontramos en la Plaza Vienni (Villa Martelli), donde todos los meses se realiza la Feria justa, de la que Juan y Guido participan.
Guido:Para nosotros esto es parte de la revista. Está publicada la actividad, han salido notas y participamos de la feria porque nos representa.
Son las cinco y pico de la tarde. Hace una hora más o menos la plaza se convirtió en feria y ya hay bastante gente dando vueltas por los puestos. Guido y Juan tienen el suyo: Timbó y pan casero.
¿Qué hizo arrancar a la Timbó?
Juan: Una de las patas fue la inquietud sobre la escritura que veníamos compartiendo con Guido. Otra de las motivaciones fue ser espectadores de actividades de la zona. Puntualmente, íbamos mucho al cine York en un momento y había cosas que estaban buenas y queríamos enterarnos de más. Sentíamos que no había un lugar en donde informarse de eso. Entonces se combinaron esas dos cosas.
¿Y cuáles fueron los problemas con los que se encontraron para hacer una revista autogestionada y no paga?
G.: En cuanto a la financiación, todavía nunca nos planteamos vivir de la revista. Si bien hay ganas y sentimos que hacemos un relaburo, nunca nos lo planteamos. Ahora la revista se paga sola con un subsidio fundamentalmente del Instituto Nacional del Teatro y con pautas municipales que las vamos tramitando a comienzo de cada año. Con eso bancamos bastante la revista. Después, hay un par de avisos pequeños que lo que nos cuesta siempre es que se paguen en tiempo y forma. Nos cuesta mucho estar atrás de toda esa parte. En un momento teníamos como una leyenda que decía: “Si querés publicitar en la revista…”. Ahora ya ni eso está. Ya no tenemos la cabeza en eso. Lo digo capaz como un defecto. Estaría bueno que alguien se encargue de eso. Pero, a su vez, nos contradice la historia de que no estaría bueno llenarla de publicidad.
Clara:Claro, cuando hay publicidades de más…
G.:Sumar hojas solo para publicidad es como que se pierde un poco el sentido.
C.: “¿Y esto adónde va?”. Ese momento de la publicidad es un asco.
J.: De alguna manera hoy para solucionar eso una es el subsidio del Instituto de teatro y otra de las cosas que apuntamos con Guido el año pasado fue sostener las publicidades de las municipalidades de San Fernando y de Tigre, que de alguna manera sentimos que corresponde que el municipio banque en parte una publicidad en la revista con un valor de aviso que no tiene nada que ver con el valor que tiene el aviso para un tallerista o para un espacio pequeño que quiere publicar en Timbó, porque le cabe la revista y porque la lee y porque cree que es un buen lugar para poner su taller o lo que hace. No así con la Municipalidad, que los directores de Prensa no creo que la conozcan o la lean; los de Cultura sí. O, sí, tienen una idea de “sí, esta revista, la revistita”, pero no la siguen, no tienen idea. Sin embargo, es la oficina a la que le corresponde distribuir la pauta y creemos que la Timbó es una publicación que se merece la pauta del municipio y que se merece una pauta mucho mayor a la que pedimos nosotros. Lo que pasa que también nos pasa eso, no nos animamos a pedir más.
¿Hay acceso? ¿Vos vas, tocás una puerta y podés llegar a hablar del tema o te bicicletean?
J.: Es relativo. Siempre está la burocracia en el medio. Siempre. Es imposible que nosotros vayamos a una oficina de prensa con la revista, que nos atiendan la primera vez, que nos escuchen y que nos digan “sí” o “no”. No que nos digan “sí”. Que nos digan “no”. O sea, que nos digan algo.
G.: Hay un laburo que hacemos ahora en febrero, marzo, abril, que es, si cambió la autoridad en prensa, conocerla, mostrar la revista y que nos aprueben la pauta por todo el año. Eso es un laburo que hay que hacer, ir a tocar la puerta ahí, y siempre es un bicicleteo. En San Fernando más o menos está aceitado, como que hay buena onda.
C.: En San Isidro nunca, ponele.
G.: En San Isidro no. Nada. Transmitimos millones de veces lo que hacemos y ni siquiera nadie te dice: “Bueno, te mando un mail con la agenda en Word o en Excel”. Capaz porque somos Timbó. Si fuéramos Clarín, lógicamente. Y en Vicente López eventualmente.
C.: Y eso que estuvo el año pasado en marzo Jaureguiberry (subsecretaria de Comunicación y Cultura de San Isidro). O sea, ya conoce, sabe lo que es.
J.: Las oficinas de prensa en los municipios me parece que se están manejando de una manera publicitaria hacia las mismas gestiones. Y eso pasa con todos los municipios. Pasaba con García, pasaba con Amieiro, que son casos del peronismo saliente de zona norte. No hay diferencia en ese sentido, para mí. Yo desde la revista sentí que jamás hubo en una oficina de prensa una mirada sobre la revista como comprendiendo qué es lo que están apoyando, más allá de lo que se dice. Porque de hecho, hablando en joda, decimos, bueno, hasta una gestión como el Pro, que ponga un aviso en Timbó, que es controversial, para nosotros sería controversial tenerlo, por ejemplo. Sin embargo, ni eso.
Y, después de estas entrevistas en la edición que nombraba Clara, ¿hay algún tipo de reacción? (En la Timbó de marzo de 2013, entrevistaron a funcionarios de Cultura de Tigre, San Fernando, San Isidro y Vicente López). O, más allá de las entrevistas que salieron en esa Timbó en particular, por el material que ustedes publican, por algunas causas que están apoyando -por lo menos al publicar textos como el de Unidos por el Río-, ¿hay algún tipo de reacción concreta?
G.: No, pero una vez nos pasó que en una revista del primer año salió publicada una nota sobre el Vial Costero. Nosotros antes íbamos –ahora ya no- a cada oficina de Cultura y llevábamos, no sé, 200 revistas y supuestamente ellos se encargaban de llevarlas a la Quinta Trabucco, al York, a distribuirlas internamente por los centros municipales. Y, después de unos meses, nos enteramos que esa revista no circuló internamente por esa nota y que encima la donaron o regalaron a un colegio de chicos discapacitados para hacer ecobolsas. Y nos enteramos porque una mujer que hace ecobolsas recibió esas revistas. Nos lo contó ella, por suerte. Y, por lo menos, hubiera estado bueno que nos dijeran: “Chicos, esto no puede circular”. O sea, “valoramos -no sé- su laburo…”.
J.: Pero esto en un lugar municipal no va a estar. Encima no era una nota de investigación con contenido revolucionario que proponía un cambio radical de la política de Vicente López. Era una crónica sobre una marcha.
Pero le dieron espacio a algo en contra y chau.
J.:Claro.
¿Y quiénes están atrás de la Timbó?
G.:Nosotros, nuestros concubinos y todos los espacios, los centros culturales, personas, grupos que están adentro de la revista. No todos, pero muchos apoyan lo que hacemos y son el sentido mismo de la revista.
J.: Si lo ponemos en nombres, más allá de Clarita, que hace el diseño, y de Guido y yo, que nosotros tres somos los que estamos de alguna manera ahí todos los meses, está Juanra y Facu Nívolo, que son dos pibes que conocimos a partir de la revista y que empezaron a participar con textos, con propuestas. Facu con las fotos, con ideas. Y están. Sabemos que en cualquier momento contamos con ellos.
Claro, eso veo en muchas revistas, o en todas: le dan un lugar a la gente para que directamente escriban ellos y publiquen.
G.: Sí. En su momento lo abrimos desde una leyenda de la revista: “Si querés participar, escribinos”. Después nos dimos cuenta que está bueno eso, pero que también está bueno que nosotros tengamos una identidad con la persona, una relación, y que confiemos en lo que va a hacer. Es lo que está pasando ahora con algunas personas que invitamos o mismo les pedimos cosas y están, están siempre.
¿Están al tanto de la movida que promueve AReCIA (Asociación de Revistas Culturales Independientes)? ¿Ustedes participan, hay posibilidad para revistas como Timbó o es para revistas pagas?
G.: Sí, nosotros participamos en un par de reuniones. No nos representaba mucho la historia. Las problemáticas que trataban (si bien compartimos muchas) no tenían tanto que ver con lo que hacíamos nosotros, que es una revista de distribución de alguna manera gratuita, que lo hacemos personalmente. Los problemas más grandes eran el tema de distribución. Nosotros no tenemos un interés de que esté en el quisco de diarios, por ejemplo.
J.: Además, significa trasladarse a Capital, las reuniones eran en Capital. Tiene sentido porque eso empezó con los que militaron fuertemente y que probablemente vengan hace mucho tiempo como medios independientes que son La vaca, Barcelona, THC, son revistas con personas que están hace mucho tiempo y tiene sentido. No es representativa para nosotros, para Timbó. Es más representativa de Capital y de un estilo de revista independiente que tiene un perfil más porteño, ¿no? Más de revista de Capital.
G.: A partir de AReCIA, el otro día hablando con Facu (Nívolo), propuso y medio que salió también ahí en la charla la idea de hacer una reunión de revistas culturales independientes de zona norte, que hay un par. La idea es empezar a juntarse y generar esa movida más representativa de nuestra región. A definir está el tema del día y del horario, que probablemente va a ser a partir de abril.
Además de Timbó, ¿hay alguna revista más que esté o que probablemente participe?
J.: Niños ultramundo, que es una historieta de dibujo.
G.: La serpiente amarilla, que es una agenda cultural de Villa Ballester, que yo vi por internet y está buenísimo lo que hacen, visualmente por lo menos.
J.: Ojos de tigre.
Hay entonces una idea de armar algo parecido. Ya que estamos hablando del tema cultura independiente en general: el tema MECA o Cardumen.
G.: Yo no lo tengo muy fresco.
MECA es la movida por la ley de centros culturales en Capital. Están tratando de armarla para darles un marco regulatorio y de habilitación. Y Cardumen es una se está armando en la zona sur del Conurbano. Calculo que acá hay que hacer lo mismo. Una movida en zona norte por este tema.
J.: No conozco mucho ni MECA ni Cardumen, pero el otro día fue el cierre del festival Norestada, que es un festival de teatro que organizan agrupaciones y grupos de teatro independiente de zona norte. Y fue un festival que auspició la Municipalidad de San Fernando, o sea, cedió el Teatro Martinelli y la difusión para que se realizara, lo cual fue buenísimo. Y en el cierre de todo ese festival, donde se eligió la obra y demás, estaba el director de cultura de San Fernando y el subsecretario de Deporte y planificación. Y es gracioso, porque varios de esos grupos que estaban ahí tenían sus espacios que no estaban habilitados. Es raro eso, contradictorio, porque no es para nada fácil (no sé cuáles son las condiciones) pero sí a partir de conocer personas, no es para nada fácil habilitar. De hecho no existe una figura.
C.: No, ese es el problema esencial, que no hay nada que enmarque lo que es un centro cultural.
J.: Pero siempre que se pueda poner una traba, se pone. Entonces, la situación es al menos contradictoria. Están las autoridades de un municipio apoyando un festival de teatro, cuyos grupos y elencos tienen que de alguna manera ensayar en la clandestinidad porque sus espacios no están habilitados. Entonces es un circo de locos, es una pelotudez, que no se permita de alguna manera que esté habilitado, porque después sí está la gestión pública para decir: “Qué bueno, hacen el festival de teatro”. Sí, pero en qué condiciones se ensaya o en qué condiciones son en las que están esos teatros…
Y ahí está el doble discurso.
J.: Y el municipio les pone trabas.
C.: Sí y también está el problema económico. ¿Con qué plata financia…? El municipio tiene el bomboncito final y toda la parte de antes…
La falta de apoyo.
C.: La falta absoluta de apoyo.
Hablando sobre cultura, ya que ustedes participan desde otro lado, no solo desde la revista, sino también desde la actividad cultural. ¿Cómo se hace para cambiar esa mentalidad que mira siempre para Capital y no para el arte de acá?
G.: Yo sinceramente no lo sé. Creo que cada vez más gente se está enterando de que hay lugares cerca de su casa y de que hay una cultura o un arte que tiene que ver con la identidad del barrio, del lugar que habitaste siempre. Yo creo que Norestada, por ejemplo, tiene mucho que ver con esa identidad de esta región. No sé, como que en Capital, no sé… Clara, capaz que vos lo tenés más claro, como que hay otras estéticas, otros discursos, ¿o no?
C.: Sí, sí. Hay una diferencia, sí creo que estética. O sea, es distinto. No sé bien qué es. No sé si responde a representar algo más propio, que allá no hay algo tan propio. O sea, hay muchas cosas propias, no sé si hay una tan. Por ahí tiene algo que ver con eso.
G.: Yo quizás tengo una percepción personal, por mi medio de transporte, de que la ciudad está más lejos que antes. Yo siento eso. Sí, por los trenes, por lo bondis, por la cantidad de autos que hay, a mí sinceramente cada vez me da más fiaca ir a Capital. Y acá hay un montón de espacios, grupos y gente haciendo cosas y está buenísimo. Igual la Capital tiene su magia, su encanto y su atracción, y es una vidriera también para los artistas.
J.: Eso. Una no es opuesta a la otra. Yo pensaba también que nosotros estuvimos con Boletería en Capital e ir a hacerla a Capital para nosotros fue como un acontecimiento. No sé…
Y, tiene una importancia innegable.
J.:Claro, pero no hubiese sido importante si antes no hubiéramos hecho muchas funciones acá. Eso sin dudas. Era lo más importante, pero lo otro es atractivo.
G.:Capaz hay gente que ya el objetivo es ir a un teatro de Capital, un centro cultural de Capital, más por esto de la vidriera, del show.
J.:Además, creo que hay una cuestión ideológica, política, que es fortalecer tu comunidad. Creo que es fundamental. Y es algo que yo creo que es generacional y que tiene que ver con esto de nuestra generación que comparte estos espacios. Hay como una necesidad de hacer una comunidad nutritiva, donde estemos todos alimentados de nuestras producciones, de las cosas que hacemos, de nuestros trenes, de nuestras calles, de los colectivos. Es político porque justamente parecería que la lógica es de lo macro a lo micro, como cuando se vota un partido o hay elecciones, siempre se habla del presidente, y hay un montón de instancias intermedias que tienen mucha más repercusión en lo propio, como eso, quiénes son los concejales, quiénes son los vocales.
C.: Los consejeros escolares…
J.:Quiénes son esas personas, porque esas son las que van a tener inferencia directa en lo que estamos haciendo. Entonces, creo que hay un valor de lo comunal de acá hacia afuera en esta generación a la que pertenecemos.
G: Yo creo que lo entendí con la revista, lo importante que es mirar lo que pasa en tu municipio, en los alrededores y así sucesivamente.
Timbó, el nombre
J.: Nos juntábamos en un espacio del río en Martínez donde decidimos una vez plantar un árbol, por el hecho de que nos juntábamos ahí a tomar mate. Y, cuando Guido fue a la reserva de San Isidro, le regalaron un Timbó, que le dijeron que es un árbol autóctono de la zona, que había que repoblarlo, que había sido desmontado y que era muy importante para el ecosistema. Nosotros, totalmente ignorantes de lo que era un Timbó. Y fuimos una noche, lo plantamos, nos tomamos un vino, y así nos empezamos a juntar en el árbol hasta que un día en invierno no estaba más. El árbol estaba medio caído. No sé si había agarrado bien o no. Había durado varios meses bien y después empezó a caer. Capaz que era por la época, no sé. La cuestión es que, de estar así, un día no estaba más. Y no estaba removida la tierra, ni nada, el árbol no estaba más. Alguien se lo había llevado. Probablemente, yo creo que era porque lo vieron muy mal y entonces se lo llevaron. No creo que alguien lo haya tirado. Entonces, cuando empezamos a hacer la revista, pensamos en el Timbó, un poco con esta metáfora del árbol autóctono, que representaba la zona, el río, nos representaba a nosotros, había que repoblar las salas, los espacios culturales. Cerraba un poco la metáfora desde ese lugar. Y después el oreja de negro, que es el fruto, como escuchar, que sea negro, oreja de negro. Entonces, como cosas que estaban ahí dando vueltas alrededor de esa metáfora que terminaron enganchando. No fue tan buscado, pero se dio. Después nos dieron otro Timbó, que está plantado en San Fernando y ese está muy bien. Está bastante grande, ya casi no llegás a tocarlo en puntas de pie.