Por Sofía Vannelli *
Las cifras del observatorio Ahora que si nos ven son alarmantes, en lo que va del año 2022 se registraron 119 femicidios. El 60% de los femicidios fue cometido por las parejas y ex parejas de las víctimas y el 62% de los femicidios ocurrió en la vivienda de la víctima.
Otra vez salimos a la calle para decir que cada 28 horas hay un FEMICIDIO.
Otra vez marchamos para decir acá estamos, decimos BASTA, nos están matando.
Este grito lo hacemos muchas personas que sin importar cómo pensamos desde hace 7 años nos organizamos para visibilizar que en nuestros hogares la violencia por razones de género se cobra muchas vidas.
Este grito lo hacemos muchas personas que sin importar cómo pensamos desde hace 7 años nos organizamos para decir que las prácticas del patriarcado se cobran muchas vidas.
Así como nos enseñaron que Eva nació de la costilla de Adan, como apéndice de un varón, que la mujer debe ser de tal forma y el varón de tal otra, tenemos que entender que son el resultado de una práctica cultural que pone al varón en un lugar de superioridad frente a la mujer, es lo que llamamos patriarcado. Cuando nos enseñan roles de género, nos imponen mandatos simplemente por tener un sexo, se replica una construcción machista que es la que traduce en normal que a las mujeres nos maten por ser mujer. En lo que va de 2022 al menos 93 niñxs perdieron a sus madres como consecuencia de la violencia machista.
Conocemos a nuestro agresor, no nos ataca un desconocido que podría caracterizarse como un monstruo o enfermo. Estos hechos son producto de un entramado violento en el que se constituyen las relaciones sostenidas en el mito del amor romántico, el cual enseña una desigual forma de vincularse, donde el varón es quien está en un lugar de superioridad frente a la mujer. El 88% de los femicidios fueron cometidos por un integrante varón del círculo íntimo de las víctimas: pareja, ex pareja, hijo, yerno, hermano y hasta vecino.
El patriarcado es una construcción social y cultural, que se transformó en un sistema social. Claro que es difícil de modificar, porque es silencioso, se aprende de generación en generación copiando conductas que son “normales”, que fueron validadas hasta por leyes.
En Argentina las mujeres empezamos a tener algunos derechos en pie de igualdad con los varones hace menos de 100 años, antes no teníamos la capacidad para administrar dinero, no podíamos acceder a la universidad, no podíamos trabajar, no podíamos votar, no podíamos acceder a los cargos en pie de igualdad.
Hoy votamos, vamos a la universidad, trabajamos, hay paridad en los cargos electivos, porque mujeres feministas dieron la pelea en los hogares, en las calles, en los recintos: en los espacios de poder patriarcal.
Aún hoy hay muchas otras cosas que no podemos: nos pagan menos por la misma tarea, no tenemos las mismas oportunidades para acceder a puestos de poder, somos tratadas cómo objetos de belleza, en forma desigual sostenemos los cuidados personales del hogar y la familia, en forma desigual económicamente sostenemos familias monoparentales, pero la más grave es: no poder vivir sin violencia. En el mundo, aún pasan atrocidades, hay mujeres que son mutiladas y esclavizadas para ponerlas al servicio del varón.
Yo creó que muchas y muchos pensarán: ¿Qué tiene de malo enseñarle a mi hija o a mi nieta que tiene que elegir un buen varón que le provea una buena vida porque su cuerpo va a dar vida y tiene que aprender que su prioridad es ser la mejor madre de familia?; o ¿Qué tiene de malo enseñarle a mi hijo o a mi nieto que tiene que ser un varón fuerte, y tiene que aprender que su prioridad es ser proveedor de una buena vida para su familia?.
En esa construcción basada en el género biológico (rol reproductivo) se traduce en una educación donde a las mujeres se les enseña a portar la carga de ser serviles, a aceptar ser dominadas, y a los varones a portar la carga de ser proveedores, a aceptar ser dominadores. Ser serviles significa que las mujeres, aun cuando trabajen, son las responsables del cuidado del hogar, que son las responsables del cuidado de lxs hijxs, padrxs y familiares, que sus cuerpos deben ser objeto de belleza, que pensar no importa. Ser proveedores significa que los varones, tienen que ser autoridad, sostenerse la familia, sostener económicamente, que siempre tiene que ser fuerte, que el afecto o la emoción es signo de debilidad, que la violencia es signo de masculinidad y fuerza.
Esas prácticas culturales ejercidas por varones y mujeres, ponen al varón en un lugar de superioridad social frente a la mujer.
Por supuesto que no es lineal y tampoco taxativo en cada caso, pero lo cierto es que si pensamos todos estamos o estuvimos atravesados por alguna enseñanza del sistema patriarcal por acción (instrucción) u omisión (ejemplo).
Sinceramente no sólo le pesa a las mujeres, sino también a los hombres. El feminismo es una corriente política transversal que pone en escena a la mujer cómo sujeto vulnerado pero es una construcción que tiene que hacerse entre varones y mujeres. Las prácticas culturales tienen que cambiar y es responsabilidad de ambos sujetos sociales.
Esa enseñanza empieza en casa y en la escuela, todos somos responsables de deconstruir nuestras conductas porque es un sistema que hace daño, aceptar que nadie nace con roles, que nadie nace para ser de nadie, que nadie es dueño de nadie; para educar en pie de igualdad y transformar hacia un mundo más justo.
Ese silencio hoy autoriza a invisibilizar y hasta normalizar la violencia machista.
Lo cierto es que somos iguales a los varones y nos merecemos vivir libres.
Lo cierto es que todxs somos responsables de tomar conciencia de las prácticas del patriarcado para cambiar las construcciones culturales para romper con un sistema que nos hace daño y se lleva vidas.
Lo cierto es que todxs somos responsables de decir BASTA.