El grito de “dale campeón”, uno lo sueña desde muy chico. El sentimiento de ser primero en algo era algo indescriptible, desde ganar jugando a las bolitas, en una partida de truco o en un mismo picadito de fútbol.
Ese mismo grito, uno lo expone en su club de fútbol, del cual uno es hincha, en mi caso, Tigre. Desde que voy a la cancha, hace ya 16 años (hoy tengo 23) siempre soñé con gritar campeón en mi estadio con un poco más de memoria, con un poco más de recuerdo y realmente pensé que nunca iba a llegar, y menos, en primera división.
Ese momento, increíblemente llegó, con mi viejo, familiares y amigos en cancha, pero no fue en mi cancha, no era mi estadio. Estábamos en un terreno neutral, en donde se había transportado todo el pueblo Matador, específicamente a la ciudad de Córdoba.
Ahora, tampoco vamos a decir que por ser un terreno neutral no se disfrutó ¿no? Seguramente, para muchos y me incluyo, fue uno de los momentos más felices de la vida.
Cuando terminó esa noche del 2 de junio de 2019, con la primera estrella del club ya en nuestro bolsillo, parecía todo un sueño. Lo único que pensaba cuando volvía del micro era ver a mi equipo campeón en mi cancha, ver ese trofeo en el césped del Coliseo de Victoria para terminar de caer.
El 4 de junio de 2019, fue el día que la estrella llegaba al José Dellagiovanna, para que todos caigamos, para que todos creamos, para que todos nos demos cuenta que, la estrella se podía obtener en cualquier estadio, pero que en el nuestro, se quedaba para siempre.
