Texto: Timbó Fotografías: Bernardo Carbajal
En el corazón de Boedo, caserón antiguo y porteño, abre el portón una hermosa y misteriosa mujer. Sin maquillaje, sin perfume, sin ataduras, como el río. Nos hace pasar a su casa, amplia, iluminada “acomodensé, termino de mandar un mail y estoy con ustedes”. Unos minutos antes, en otra esquina del mismo barrio, planeábamos la charla, el ángulo de la iluminación para las fotos, los temas a tratar. Todo eso derivó, como el río. Ahora tímidos pensábamos dónde acomodarnos sin estorbar la calidez del hogar. Hay un escritorio lleno de papeles y libros “ahí no, ese es el espacio de Horacio, mejor vamos al living”. Tres días antes, María José, su asistente, nos decía, “Lili está con mil cosas y la idea de producirse para las fotos no le suma” ¿Cómo transmitirle a las mujeres que son bellas sin producirse? Ahora las palabras de Liliana Herrero van y vienen, surcando temas. A su lado el ventanal que da a los márgenes del Villaguay, a un teatro de Japón, al proscenio del Ópera, al centro de Rosario. Ya no estamos tan nerviosos frente a ella, mojamos las patas en sus recuerdos, nadamos en sus anécdotas. Dos horas más tarde, nos saludamos hasta siempre en su terraza, tan indiferentes al paso del tiempo, como el río.
¿Recordás algún disco de niña o algún recital que hayas ido a ver que te conmovió para ser quien sos hoy?
El que me introdujo muy fuertemente en la música fue mi padre, que no era músico, era bioquímico. Pero era un gran “orejero”, gran apreciador de la música. Por aquellos años en casa teníamos una discoteca enorme. Sobre todo de música clásica. Gracias a él yo escucho mucha música clásica, o muy buen folclore y jazz muy bueno. Me acuerdo que me gustaban mucho los impresionistas como Debussy. Esa fue una formación auditiva muy importante para mí. Después me fui a estudiar a Rosario, antes de la dictadura militar cantaba en lo que se llamaban los café concert. Y cantaba porque sí, cantaba muchas de esas canciones que nosotros llamamos de protesta o testimoniales, porque así era la época y así ingresamos a esa época. Después vino la dictadura, ahí no seguí cantando. Recién a principios de los 80 conocí a lo que se dio por llamar la “Trova Rosarina”, pero fundamentalmente con el que establecí una relación muy poderosa fue con Fito Paez, que hasta hoy mantenemos, casi como familiar. Recién en democracia fue que a Fito se le ocurrió que yo grabara un disco, la verdad es que yo en esa época volvía a trabajar en la Universidad de Rosario y no tenía interés de hacer un disco ni de dedicarme profesionalmente a la música. La verdad que lo que ocurrió fue a instancias de Fito. Yo estoy acá haciendo una entrevista con ustedes porque a Fito se le ocurrió. Después vinieron los discos y seguimos. En ese período extensísimo de tiempo entre mi infancia y adolescencia en Villaguay hasta grabar un disco, yo diría que escuché tantas músicas bellas que me influenciaron todas enormemente.
¿Qué músicas, cantantes y cantoras podés mencionar?
Mercedes fue muy importante para mí, pero lo fue también Janis Joplin o Billie Holiday, Nina Simone, Elis Regina en Brasil. Muchas mujeres cantoras que a mí me impresionaron mucho
Mujeres cantoras como Mercedes Sosa. Mercedes fue muy importante para mí, pero lo fue también Janis Joplin o Billie Holiday, Nina Simone, Elis Regina en Brasil. Muchas mujeres cantoras que a mí me impresionaron mucho. Después, en esa década convulsionada de los 80, conocí músicos excepcionales: a Luis Alberto Spinetta por ejemplo, para mí él fue muy importante, esa concepción armónica, cómo construye los temas. Cada tanto canto algunos temas de él que no son nada fáciles.
Y te viniste para Buenos Aires. Sí, me cansé mucho de viajar. Cuando Horacio González (ex director de la Biblioteca Nacional) vuelve del exilio en Brasil formamos pareja. Hace 30 años ya. Vivimos durante mucho tiempo cada uno visitándonos hasta que finalmente nos vinimos a vivir acá, a Buenos Aires. Recuerdo esos años con una alegría enorme, fueron años de mucha búsqueda y de mucho conocimiento de músicas y poéticas, ahí conocí a Mercedes, en ese época conocí al Cuchi Leguizamón, a Valladares, a Luis Alberto, a Charly García, a los chicos de Divididos, muchos músicos que a mí me significaron un aprendizaje. También hay que atreverse a dialogar con lo que uno no acuerda. Yo hago eso con la música. Muchas veces he tomado autores que son extremadamente conservadores o que para mí no son muy interesantes musicalmente y me pregunto “¿qué puedo hacer con eso?”.
Te los proponés en forma dialéctica, de alguna manera como toma el mito de Caín y Abel Mauricio Kartún en Terrenal.
Son derivas, porque es como el río. Las culturas de los pueblos son como el río. Millones de brazos que se tienden y se van por otro lado. Yo creo que la cultura es eso, una extraordinaria multiplicidad de senderos que se bifurcan, citando una expresión de Borges. Por eso no pienso en los géneros como una cárcel, sino como un diálogo maravilloso. Sino yo no escucharía más que folclore, no escucharía otra cosa que música argentina y latinoamericana y eso no es lo que me pasa. Yo espero con mucha ansiedad de que salga el último disco de Radiohead. Ahí hay texturas, hay formas de tratar la armonía que son muy interesantes. Algunos discos o algunos temas me gustan más que otros.
¿Existe la música popular mala? Absolutamente. Existe y destruye los oídos. Porque se adecua muy rápidamente a una cosa rápida, fácil de digerir, comprendida fácilmente. No estoy haciendo una apología de la dificultad. Atahualpa Yupanqui componía en una forma relativamente sencilla, musicalmente hablando, pero sin embargo sus obras tienen un poder enorme en la memoria musical argentina. El Cuchi componía con mayores dificultades musicales y también es bellísimo. No estoy atribuyendo a la música mala solamente la facilidad ¿se entiende? Sino que es dudar, estar hecha para arengar, para hacer arengas estereotipadas de un país. La famosa tanguería a la que se lleva a los turistas. Es una especie de complicidad con el sonido del mercado. Eso es lo que a mí me parece, ahí ya estás pedido, es más parecido al negocio que a la música. El arte tiene que tener otro destino, un destino feliz. Por lo menos hacer pensar que otro horizonte sonoro es posible. Estamos hablando de la música popular que ofrece lo que la gente espera. Y lo que la gente espera está absolutamente determinado por la audición de los medios de comunicación. Eso es muy peligroso.
En ese sentido, habría que hacer una distinción entre la cultura popular y la masiva, se me ocurre de ejemplo el Gauchito Gil como una manifestación popular sin estar acompañada por los medios masivos de comunicación.
Yo creo que el canto y la música popular tienen un territorio, y ese territorio tiene una historia musical, poética, política y cultural.
En realidad cuando me referí recién a lo popular lo vinculo a la “industria cultural”, a mi el Gauchito Gil me parece una creación de la vida popular extraordinaria. No reniego de eso, pero no necesariamente por eso tenemos que hacer una música berreta. Yo pienso lo popular como algo creativo y libre de las ataduras de las formas más convencionales de la audición, es un aluvión, pero no un “aluvión zoológico” como se decía en relación al peronismo, sino un aluvión creativo y libre. Eso es lo que yo pienso de lo popular. Me gusta más el Gauchito Gil que las instituciones. Igual uno debe inventar su propia música con su propia memoria, sino estamos en problemas. No cantamos en un hotel 5 estrellas donde no importa en qué lugar estamos. Yo creo que el canto y la música popular tienen un territorio, y ese territorio tiene una historia musical, poética, política y cultural. En la llamada “Word music” no hay territorio. Yo prefiero que mis discos los pongan en las bateas de folclore, aunque haya hecho discos duros en relación al folclore, que en la “World music”.
Y además del territorio, es un cuerpo el que encarna la música.
Sí, porque la memoria es cuerpo: de historias de luchas, de historias de combates. Eso es la memoria popular. Y eso para mí es importantísimo. Este último disco que saqué, Imposible, es estrictamente folclórico. Y yo me fui más atrás todavía, más atrás de los autores que comúnmente canto. Pero en Maldigo, no, Maldigo es un disco muy distinto a este último. No es austero, que haya hecho Imposible tan así, tan austero, tan de cámara, memorioso, no quiere decir que yo después no haga otro disco con guitarras eléctricas como he hecho muchas veces. Mis primeros discos tienen, por ejemplo, sonidos muy ochentosos.
¿Y las composiciones, las armonías, las producciones de los discos son propuestas tuyas?
Depende. Siempre he buscado un coproductor para mis discos. El caso de los tres primeros, Liliana Herrero, Esa Fulanita e Isla del tesoro, los hicimos con Fito, y ahí la mano de él está claramente expuesta. Después vinieron otros, por ejemplo El diablo me anda buscando que lo produjimos artísticamente junto con Nora Sarmoria y Facundo Guevara, y así con todos. Este último no, este último lo hicimos con el quinteto. Llamamos a Santiago, un amigo querido, que es músico pero que no se dedica a la música y fue un gran colaborador. Pero la estética sonora la resolvimos entre nosotros.
¿Qué tiene que tener un tema para que lo quieras interpretar? ¿hay detrás de eso un deseo de impulsar a algún músico? Pienso por ejemplo en “La casa de al lado” de Fernando Cabrera.
No. Decididamente no. Nunca pienso en eso. Me tiene que gustar el tema a mí, no tengo la idea samaritana de impulsar a alguien. Sí puedo haber pensado “che, que bueno que es Fernando, lo tienen que conocer” pero no grabaría una canción de él por ese motivo. Es un misterio lo que me tiene que atraer de una canción para que yo la haga, a veces es sólo una frase, a veces un diseño musical. Sucede. Pero si no me hubiera gustado la canción, no la canto. El misterio trato de buscarlo.
En el vivo soles modificar mucho las versiones de los temas que grabaste en un disco, yo como oyente te lo agradezco pero a la vez me molesta porque quiere escuchar “esa cosita que haces con la vos en tal tema…”
¿Y porque te molesta? Sabes qué aburrimiento sería para mí si lo haría siempre igual. Yo me aburriría muchísimo, cambio la lista de temas cada concierto. En general hago más o menos lo mismo, por ahí busco otro diseño melódico. Igual son muy distintas las versiones mías a la de los autores. Fernando, por ejemplo, tiene elegancia, es cordial. El tiempo está después está en tres tiempos y yo la hice en cuatro, y cuando me invita a cantarlo lo hace como yo la hice ¿te das cuenta? Eso me parece de una finura y una cordialidad enorme. No pone el arpegio que pongo yo, pero toca notas en donde están las notas de ese arpegio. Él es muy generoso con su música. Es interesante hacer eso porque uno descubre las cosas desde otro costado. Y además porque yo no creo en el “cover”, eso es un invento del mercado, es imposible, no existe. Estás haciendo algo distinto aún cuando les pusieras los mismos acordes. A mí no me gusta hacer eso, a mi me gusta poner otras sonoridades, otras texturas. Incluso en las grabaciones ¿Qué gracia tiene que yo haga La casa de al lado como la hace él? Por eso la música es como el río, deriva, a veces tormentoso, a veces tranquilo. El río es muy estimulante para pensar la música.
Hay un silencio sutil que se da en tu música, que es ese silencio de despedidas de cada tema. Muchas veces noto que los espectadores, ansiosos de reconocerte y devolver con agradecimiento, te aplauden apresurados interrumpiendo la armonía de ese este final.
Estoy totalmente de acuerdo. El único público que hace ese silencio es el público japonés, que se demora unos segundos antes de aplaudir. Cuando se produce es muy fuerte, la primera vez que fui pensé: “no gusto una mierda”, pero era todo lo contrario. En Japón después del concierto te tenés que sentarte en una mesa con un traductor y le tenés que hacerle una dedicatoria a cada uno de los espectadores que compró el disco. Es una grosería enorme para un japonés que vos no hagas eso, por más que ese momento dure más que el recital entero.
El cambio de gobierno tuvo un fuerte impacto en el movimiento cultural argentino ¿cómo te afectó a vos?
Argentina está en el peor lugar. Basta ver el mini Davos, es el neoliberalismo duro. Hay muchas personas que están sufriendo y va a ser peor. Me entristece muchísimo. Yo lo digo en todos lados, no trabajo para este gobierno, lo cual me ha quitado muchísimo trabajo. Nunca trabajé para la Ciudad mientras estuvo Larreta- Macri, no trabajo para ellos. No voy a las municipalidades donde están ellos. Esa es mi posición, pero el escenario no es para hacer arenga política, es para hacer música. Lo cual no quiere decir que no pueda decir alguna cosa. Si la gente grita “vamos a volver” yo no lo voy a frenar. Tenemos que volver, pero tenemos que volver mejores de lo que fuimos, pero trato de no usar el escenario para una arenga política. El modo de hacer política es hacer una buena música.
¿Es un momento de tomar una posición pública? Yo estoy de acuerdo con eso. La posición es pública, si se firma un petitorio por Rafecas yo lo firmo. Hoy las Madres de Plaza de Mayo pone un video porque necesitan guita porque se las sacó el Estado, yo lo denuncio. Eso siempre lo he hecho y más ahora, con mucha más razón. Horacio era director de la Biblioteca Nacional y se fue en condiciones muy dignas. Es más, retó a un duelo verbal al actual director y el tipo ni contestó, pero hubiera sido interesante ese debate. Pero no importa, igual hay que resistir y realizar un posicionamiento, uno no puede ponerse afuera de situaciones tan límites como esta. Para mí este gobierno y esta situación actual tiene el clima de un golpe, aunque no surgió como el de Temmer en Brasil. Es un gobierno democrático que tiene el color del golpe. Yo no dejo de decir algo en los conciertos, pero no pongo ahí el eje. Es un momento interesante para pensarnos nosotros los artistas, con quién vamos a tocar y de qué forma. Nos pone a nosotros en un debate que es muy interesante y que tenemos que hacer.
¿Cuando cantás tenés un “oyente ideal imaginario”, como diría Kartún, sentado en la tercera fila?
Muchas veces me pasa, son ráfagas. Pienso en los compañeros muertos en la dictadura. Pienso mucho en Mercedes, la recuerdo con mucho cariño. En el Opera se dio una situación muy particular, estaba Horacio, mi hija, su marido, mis nietos y yo pensaba en los chicos, pensaba cómo me recordarán ellos dentro de 30 años. A esa abuela cantando, y esa herencia a mí me gusta. Que tengan esa memoria. Y de algún modo -les voy a decir una cosa dura que nunca dije- de algún modo el escenario es una reafirmación de la vida. Cuando se renuevan los oídos, se renueva la música, se renueva la vida. Cuando vos no estás dispuesto a hacer un concierto en donde el público confirma lo que ya sabe antes, estás creando un horizonte nuevo donde es posible crear. Esa es una acción fuertemente política, no partidaria, política de transformación del mundo. Y entonces, de algún modo, yo pienso que cada vez que canto le gané a la dictadura. Esa es la idea que me aparece, pero son fugaces, no es que veo en la tercera fila a tal. Si tengo que decirte un músico, es Coltrane, para mi es uno de los músicos más impresionantes del mundo. El gran Coltrane. Muchas veces pienso en un músico argentino que se llama Guillermo Klein, pianista, gran músico. Con él estuvimos en la Media Legua en Martínez. Siempre está muy presente Juan Falú, él es una figura decisiva que me aparecen antes de tocar.
yo pienso que cada vez que canto le gané a la dictadura
¿Qué es la música para vos?
La música es una hermosa conversación. Yo no armo escenográficamente un protagonismo, no me pongo adelante del escenario, armo una herradura. Nos tenemos que mirar, es una conversación con arreglos determinados que ensayamos, pero de ahí puede surgir algo nuevo. Incluso el error, que es más interesante que lo que grabaste. Cuando es un error grueso yo suelo parar y empezar de nuevo porque sino nadie va a disfrutar y nosotros tenemos que disfrutar. La gente también, pero el músico cuando toca tiene que sentirse muy bien. A nadie le va a gustar escuchar esto, pero a mí me importa más que disfrutemos nosotros que el público. Si yo fuera “populista” te diría que el público es más importante, mentira. Lo más importante es la música, después que los músicos estemos tranquilos y gozando de hacer eso. Si todo eso sucede, entonces ahí aparece algo. Capaz que son 15 ó 10 minutos de un gran concierto de dos horas, pero ahí estas en el cielo.
OCTUBRE EN EL TEATRO DE LA MEDIA LEGUA (Martinez)
Liliana Herrero se volverá a presentar en Martinez, en esta oportunidad junto a Pedro Rossi. La cita es el sábado 22 de octubre a las 21h. en el Teatro de la Media Legua, Aristóbulo del Valle 199, Martínez. Reservas al 11.3025.8511 teatrodelamedialegua.blogspot.com