Por Juan del Pino.
Con los resultados de las elecciones sobre la mesa podemos afirmar que, luego de tres décadas, la comunidad sanisidrense eligió sacarle al possismo la mayoría automática en el Concejo Deliberante. En el 2011 la lista encabezada por el intendente obtuvo el 44% de los votos válidos afirmativos, con lo que alcanzaron 6 bancas, mientras que ayer estuvo apenas por arriba del 35%, logrando solo 5.
Es decir que en las últimas dos elecciones la ciudadanía le otorgó al possismo 11 de las 24 bancas legislativas del distrito, lo que significa que se optó por una mayoría opositora (expresada en votos como 40-60% a favor de la oposición). Esto significaría que, por primera vez en 37 años, los vecinos y las fuerzas políticas no oficialistas podrían llevar adelante iniciativas legislativas sin necesitar la aprobación del ejecutivo. Sin embargo, cuando en diciembre se renueven las bancas, Posse seguirá teniendo garantizada la mayoría automática en el Concejo Deliberante.
¿Cómo puede ser?
Esto es posible ya que el oficialismo local cuenta con una aceitada maquinaria electoral que le permite infiltrar candidatos propios en listas ajenas. De los 13 candidatos electos por listas opositoras que estarán ocupando bancas en nuestro CD a partir de diciembre, al menos 2 responderán sistemáticamente a la línea del possismo. Una es la concejal Florencia Longo del GEN, que en 2011 asumió con la boleta del FAP, otro será el concejal Carlos Juncos, quien ayer encabezó la lista del Frente Progresista. Tanto Juncos como Longo tienen relaciones afectivas y laborales que los unen a la familia Posse y a la mano derecha del intendente, Carlos Castellano. Durante los últimos 2 años la concejal del GEN votó una y otra vez alineada al oficialismo, incluso en temáticas que unificaron a toda la oposición como la represión municipal en Bosque Alegre.
Pero esto es solo una parte
La aceitada maquinaria electoral que le permite al possismo mantener una mayoría automática a pesar de lo expresado por la ciudadanía, es sólo una parte del entramado de poder que le permite al oficialismo local, luego de treinta años de gobierno ininterrumpido, configurar una democracia de tipo feudal. Porque más allá de lo político, en el terreno social y económico el possismo ha tejido también una enmarañada red de subsidios que construyen una fuerte dependencia de amplios sectores de la sociedad, para con el poder ejecutivo local. Este clientelismo va desde el trabajo punteril en los barrios hasta el otorgamiento de subsidios y terrenos municipales a decenas de entidades sociales, que ven la continuidad de su existencia atada a los avatares del poder político local (lo que suele llamarse “clientelismo vip”).
Pobre debate político
Esta realidad de democracia feudal, caracterizada por una fuerte red de dependencias económicas, por la concentración del poder político local y por la constitución de un aparato electoral que logra burlar el deseo ciudadano, da como resultado un muy bajo nivel de debate y conciencia cívico-política en la ciudadanía. Entre la pasividad “obligada” de quienes dependen de los favores del ejecutivo y la falta de perspectivas de cambio, se terminan ahogando las ansias de compromiso político de la ciudadanía, y se profundiza una apatía que no hace más que afianzar el círculo vicioso.
¿Qué puede hacer la oposición?
Es común escuchar que la única forma de cambiar esta democracia de tipo feudal es a través de la unidad de la oposición. Yo coincido con esta observación, aunque no entendida exclusivamente en términos electorales. A la hora de las elecciones es muy difícil lograr grandes unidades locales, porque además de las diferencias entre fuerzas políticas opositoras, intervienen también factores provinciales y nacionales. La unidad que debe construirse no es, entonces, necesariamente electoral. La oposición que genera el possismo, tanto política como social y cultural, puede unirse detrás de causas comunes para aprovechar el debilitamiento oficialista y construir una agenda que ponga sobre la mesa los grandes problemas de San Isidro, hoy todavía fuertemente invisibilizados por la democracia feudal imperante. Si la oposición política, social y cultural, logra articular, podrá terminar de destruir la caparazón construida por el possismo y aumentar el interés cívico-político de las y los vecinos, construyendo espacios donde el debate se masifique y generando las bases para que, en unos años, el possismo no pueda ya seguir burlando la voluntad popular disfrazando a los propios de ajenos. Es tiempo de que la oposición se construya a sí misma como una fuerza de peso político real, para evitar así, que la siga construyendo el oficialismo ¿Estaremos a la altura?