“Y mis manos son lo único que tengo”

Maricruz Díaz Alveary y Gabriel Valente García. Entrevista a dos grandes artistas populares que se presentarán en el Encuentro de Teatro Popular Nuestra América.

Texto y fotografías: Revista Timbó

Dos artistas populares con todas las letras, muy queridos por la comunidad teatral del conurbano norte. Ella, hermosa mujer nacida en el pueblo de Puente Alto, Chile, exiliada en Uruguay desde 1978 donde lo conoció a Él, sociólogo, músico, cantante de cuello largo y melena que se enamoró de sus ojos en el acto. Juntos resistieron, formaron familia, tuvieron hijos, la pelearon durante la larga noche larga de las dictaduras en América latina. Viven en Cabo Polonio, aquel pueblo de pescadores que conocieron sin agencias de turismo, y hoy sucumben al turismo y a las canciones “buena onda” de vacaciones de verano. Han recorrido el mundo con su trabajo, profundo y sensible, y este mes volverán a visitarnos. Este viernes en el Club Central Norte, el domingo en la sala aparecidas y en el Encuentro de Teatro Popular Nuestra América.  Lo harán con “vivir con honor, morir con gloria” un trabajo de la actriz a partir de su propia experiencia durante los últimos meses del gobierno de Allende hasta el golpe de Pinochet. Un trabajo conmovedor y altamente recomendable por su calidad.

 

¿Cómo recuerdan la primera vez que fueron a ver una obra de teatro, un recital, algún evento cultural que los haya impactado de modo tal que decidieran iniciar este camino?

G: Lo recuerdo muy bien, la primera fue Ubúrey en el teatro Circular de Montevideo. Tenía 14 años, me acuerdo que estaba prohibida para menores de 12. Años después, me volví a encontrar con esa obra pero hecha por compañeros y en la calle. Ahí entendí la cosa, es una obra que aún hoy me resuena. Plantea ciertas cosas desde el lenguaje, pero también por todo lo que se dice. Ubú rey es una obra que realmente me pegó. Después las lecturas de Florencio Sánchez, creo que leí todas sus obras más o menos en la misma época. El lenguaje popular me llamó mucho la atención siempre, temas que formaban parte del cotidiano, del Río de la Plata. Sánchez me gustaba por todos sus escritos, además era periodista anarquista, por eso me acerqué a su trabajo.

MC: Yo de niña vivía a cuatro cuadras del río en Puente Alto, el culo del mundo. Estoy segura de que en Chile nunca vi teatro, mi infancia fue caminar ocho kilómetros por día para ir a la escuela cruzando potrero. En mi casa no había un solo libro, no estaba el mundo de la cultura. Mi primera experiencia en teatro fue sin saber qué era teatro, hice uno de los Pasos de Lope de Rueda, e hice de hombre. Fue en Uruguay, que llegué durante la dictadura de la mano de un gran actor: Julio Calcagno. Él estaba haciendo un espectáculo muy importante,recitando a Julio Huasi. De la mano de él, conocí el Teatro Circular, conocí toda esa historia, el ambiente, la atmósfera, los camarines y ahí debo haber visto las primeras obras. Es que yo siempre fui teatrera y cantora sin saberlo.En la familia, mi tío y yo éramos los locos. Éramos los que divertíamos a ese familión grande.Yo estaba vinculada naturalmente con algo que no había visto pero que ejercía. Éramos los payasos, inventábamos canciones, mi tío se compró una guitarra cuando yo tenía 10, 12 años y tocaba más rápido yo que él porque me estudiaba las partituras y esos cuadernos de letras. No vivía en un ámbito de lo cultural.Esto que vivo ahora es un sueño acariciado desde mi más tierna infancia. Soñaba con actuar, plantarme frente al público y actuar. Porque además yo lo hacía frente a la familia, sabía lo que era esa sensación, y esa emoción, la tenía metida.

 ¿Y en Uruguay eso explotó finalmente?

MC: Cuando llegué a la casa de Julio, que tenía una casa en el Barrio Sur, me acuerdo de subirme a las escaleras del altillo y de ahí inventar historias, joder, hacer chistes y cuando me quería acordar tenía a todo su familión abajo mirando, y Julio haciendo disparates desde la otra punta. A mí me dan un poco de bombo y empiezo, y si el bombo es con vino, soy insoportable.

 Esto fue en la etapa de juventud, donde se despertaban todas estas inquietudes.

MC: En mi juventud me tocó Unidad Popular, el golpe de estado en Chile, el exilio. Era chiquilina por entonces y pasé a hacer vida adulta inmediatamente y todo lo que era sueño no tenía chance. Por eso es que ahora lo vivimos de rompe y raja. En ese momento hicimos lo que pudimos hasta que nació el cuarto hijo; después de ese nacimiento, era absolutamente imposible, ya no nos podíamos mover. Pero quedó viva esa emoción de decir tus ideas. Gabriel hacía sus canciones, yo hacía las mías, sabíamos lo que sentíamos. Yo siempre sentí que el teatro era una tribuna política.

¿En el punto de partida de esas canciones y de las obras está “lo que se quiere decir”, o esas ideas se van amasando a medida que avanza la creación?

MC: Yo creo que ni siquiera soy yo la que dice. Hay algo que me pasa por otro lado que me hace decir lo que yo ni podría pensar. Mi trabajo está lleno de frases que en el rollo de Maricruz ni lo digo.

maricruz-teatro-popular-1G: Pero para llegar a ese punto hay una situación previa que te da cierta tranquilidad material. Cuando estás con cuatro hijos, criándolos, cuando no tienen championes, es muy difícil estar emocionándote por un cuento que le vas a contar a otro. Hay momentos donde es más importante pensar cómo hacer para parar la olla. La cabeza te trabaja. Para que salga la emoción primero te tenés que sentir bien, no creo que el artista que pasa hambre es el mejor. Vos necesitás tener cierta base como para poder trabajar la emoción dignamente.

MC: Si yo tengo que pasar hambre, es mi elección, yo paso lo que sea, pero no se lo puedo permitir a mis hijos. Es una cosa de culpa, de atenderlos. Mi familia no era de Uruguay, entonces no tenía padre, madre, hermanos que pudieran estar con mis hijos. Mi suegra fue madre de grande y tenía dos niñas chiquitas que atender. Era una situación familiar rarísima, mi hija mayor era mayor que mis cuñadas. Entonces, si quería ensayar, no tenía dónde dejar a los niños. Si este proceso lo hacía en Chile, tenía mucha más familia con la cual contar. Acá no teníamos a nadie, estábamos los dos solos dando la batalla económica. Eso también tiene que ver, y estos hijos nuestros se cortaron, se lastimaron y vivíamos yendo al hospital público haciendo colas y colas. Esa es la emoción que te pone en la piel del otro. Nosotros no podíamos ir al teatro, no podíamos ir al boliche. Entonces lo que hacíamos era convertir nuestra casa en el boliche de todos. Vivíamos en el barrio Peñarol, lejos de todo, el último bondi pasaba a las 11.

¿Cómo se conocieron?

G: Nos conocimos haciendo música. Durante la dictadura, la resistencia pasaba en gran medida por la cultura. Nos empezamos a encontrar porque las actividades culturales eran señal de juntarse a hacer cosas. Se hacía una función, todos íbamos ahí, la mayoría íbamos a encontrarnos a hablar de lo que pasaba en el sindicato, en el barrio, en la política.En una clase de música o en una de teatro te encontrabas con tu profesor, con tipos comoRubén Olivera, con el Choncho Lazaroff, con Luis Trochón, Leo Maslíahy hablabas de música y de composición pero también hablábamos de Gramsci. Entonces, ibas con una lectura. Había una formación artística y una formación política fuerte que sostenía que lo popular no pasa por lo que llega al pueblo sino por lo que se genera en él, por el tipo que está arando y le canta a los bueyes para que se muevan, por los pregones de los vendedores ambulantes. Todo eso se decía cantando, todo eso es popular y forma parte de una memoria sonora. Hablábamos de semiótica, del cómo decir, del cómo sorprender al otro que está escuchando o para que se enganche. Si está dentro de la memoria corporal, colectiva, te llega. El distanciamiento es difícil, para mí te tenés que meter con lo que estás viendo, con la historia, tenés tantas referencias, tantas historias parecidas que han pasado a tu alrededor.

¿Cómo es el proceso de su trabajo?

no soy yo la que escribe, siento que viene algo de otro lado que me hace soñar con imágenes

MC: Para mí hay una emoción que es disparadora. En el caso de la Niña Madera, fue la muerte de la Chela y todo lo que significaba tratar de capturar un poco esa sociedad pequeña que iba desapareciendo, agarrar un pincelazo para que perdurara porque justamente hay un cambio de paradigma en los pueblos de pescadores uruguayos, ahora convertidos en balnearios de lujo con gente de guita que compra y cambia los códigos de existencias, culturales. El pueblo desaparece. Ya no es más ese rancho abierto donde íbamos a descansar, a cantar, a discutir, a estar todos juntos. Entonces, fue para mí una necesidad. Me hice un esquema de texto, yo no sabía que estaba haciendo una obra de teatro, yo estaba haciendo la emoción de pasarla, y después entré a depurarla y pensé en lo que se podía accionar, en hacer el pan, fui visualizando. Por eso te digo, no soy yo la que escribe, siento que viene algo de otro lado que me hace soñar con imágenes. Después con Vivir con honor,morir con gloriame pasó lo mismo. Fui a Chile a un festival en el que estuvimos en 2015 y vilas obras de algunos compañeros de una soledad tremenda, cosas muy fuertes. Me acuerdo de una frase que decía: “La soledad es el espacio más poblado que hay en Chile”.Me aflojó todo.Pensé en Bachelet, en el caso de corrupción de su hijo y que ella no hacía ninguna declaración. Era la misma hija del general Bachelet. En Camila Vallejo, a quien los estudiantes tenían de líder, se había transformado en diputada y declaraba sobre porqué ella tenía que aumentarse el sueldo, negando todos los discursos de protesta de los estudiantes. Eran todos síntomas de una falta de ética, de moral, de ilusión. No hay ningún joven que se sienta bien en una sociedad que es represora, que es esclavizante, que es consumista. Entonces yo no podía creer en lo que derivó el socialismo en Chile. No son más de 40 años, nadie habla del socialismo acá, de esos tres años contra el imperio que fueron una fiesta. Entonces me salió este trabajo.

Vos nos contaste que el final de Vivir con honor,morir con gloria surgió luego de que apareciera la foto del cadáver de Allende y se reflotara la versión de que lo habían matado y no que se había suicidado.

MC:  Chile está en un proceso de desintegración moral tan grande que la versión que dejaron los milicos sobre la muerte de Allende nos vino bien a todos. ¿A quién le va a servir un héroe de la dimensión de él? ¿A quién le sirve la grandeza de Allende?¿A qué Partido Socialista del mundo le sirve?, ¿al de Argentina?,¿al de Alemania?,¿al de Francia? A nadie. Yo en ese momento era una más de las que puteaban porque no nos daban las armas.¿Qué hubiera hecho yo? Estaba embarazada, me daban un arma ¿y qué hago? Me hago matar. Hace no mucho tiempo, en un acto por los Derechos Humanos, un compañero venezolano me dice: “Así que sos chilena, compañera. Ustedes sí que fueron unos cagones”.Yo no lo podría creer. Y continuó:“¿Qué esperaban? Ustedes deberían haber estado ahí, día y noche, defendiendo, como hicimos nosotros con Chávez. Si nosotros no estábamos cuando fueron a buscarlo, lo mataban, y nos lo tuvieron que entregar”. Ahí me vino una cosa fuertísima, me di cuenta de que tenía razón. Me dio un bofetón. ¿Qué estábamos esperando?

 ¿Cómo fue el paso a la condensación y a la dirección de tanto material?

MC:. Cuando vino Yvonne Wagner para dirigirme, empezó la magia. Estábamos en el fondo de casa en Cabo Polonio y la gente pasaba y se quedaba mirando. Yo el primer día le mostré todos los elementos, lo que había escrito, el vestuario, y todo lo que tenía pensado, las canciones. Yo ya había ganado bastante certeza de lo que quería decir con mi cuerpo, con mi voz, sin poner nada grabado, cantar, bailar, todos los rubros en escena. Yvonne me miraba con sus ojones azules y lloraba conmigo, tenía siempre un papel y un lápiz pero no tomaba nota nunca y cuando pasaba la catarsis de lo que había pasado, me decía:“¿Tú qué piensas de lo que pasó?”. Probábamos una, dos, tres y no me decía:"Hacé tal cosa, hacé tal otra". Nunca me dijo nada, pero cuando le acertábamos, venía el abrazo, la emoción y la paz. Un día en la playa le pregunto: “¿Yvonne, vos me estás dirigiendo?” Yo venía de una experiencia muy dura donde un director creía que su rol era con maltrato, y ella me sonreía. “Y sí”, me decía, “pero yo dirijo con el método japonés”. Ella había sido la mano derecha de una gran directora japonesa. Un ensayo en Japón es con todo el personal de la sala, hasta el que limpia mirando la escena que se va a representar. El director está sentado frente a los actores y con los ojos les tira energía y el actor trabaja con total libertad. Cuando termina el ensayo, el director prácticamente en secreto conversa con cada uno: “¿Qué sentiste?, ¿tú sentiste que va por ahí?”. No marcan, no existe eso. Y ella decía que tenía el placer de trabajar conmigo así porque en Alemania no podía.

 ¿Por qué son importantes los Encuentros de teatro para ustedes?

G: Porque nos unimos. Porque ves claramente a lo que todos aspiramos, cosas que están muy lejos de poder ser aprehendidas. Esa es la magia que tiene esta cosa, estar siempre en un proceso de algo que nunca vas a alcanzar, nunca vas a llegar, y en ese “nunca”aprendés del otro y todos los intentos desesperados por tratar de llegar a eso común que todos buscamos. Ver en el otro la pasión con la que lo intenta, te da la pasión a vos también para seguir. Eso es, creo que yo, lo más lindo de los encuentros.

"Ver en el otro la pasión con la que lo intenta, te da la pasión a vos también para seguir"

MC: Escuchamos canciones, bailamos, no termina en esa cosa teatral de universo autosostenido, en esa cosa de mármol. No. La vida es cocinar juntos, cantar juntos, chiviar juntos. Todo ese universo.¡No sabes lo que significa para nosotros volver a estar en contacto con jóvenes que no son nuestros hijos ni nuestros sobrinos! Nos regalan muchos años de vida. No queremos escuchar más a los viejos.

G: Los discursos deprimentes, aburridos, que terminan en un ronquido.

¿Cuál es su mirada sobre los argentinos, uruguayos, chilenos, la Patria Grande?

MC: Yo tengo una mirada de clase. Me siento bien con mi clase, me siento bien con mis compañeros que hacen teatro con el mismo espíritu que yo. La unión de las personas que luchan con la masa que se impone por los medios, estar en la misma emoción con reflexión y fiesta. Eso que no está en los grandes teatros. No niego a los teatros, pero hay que seguir trabajando a nivel de base. Volver a contar los cuentos, las anécdotas, a la palabra. Yo me enteré que la escarcha era agua sucia porque un día llegué a la escuela feliz porque me la tomaba como un heladito y la maestra me agarró, la puso al fuego y me mostró el agua marrón. “No comas esa escarcha, no es un helado”. Poder hacer una cosa así con el teatro, eso es lo más simple para explicar lo que hacemos como trabajadores populares, compartir experiencias tan concretas como esas. En Argentina me enseñaron a pasar la gorra. Eso es demostrarle al otro que esto es un laburo y vengo porque no puedo vivir sin hacer esto, para vivir tengo que hacer otro laburo, pero este también es un laburo y es imperioso que estemos todos juntos. Páguenme lo que puedan, es libre pero no es gratis.

El año pasado hicimos un video para el Encuentro Nuestra América y entrevistamos a unas niñas. La pregunta era sobre qué obra les había gustado, y una chica de 9 años dijo:“A mí me gustó la de la señora que amasaba el pan”. Me quedé extrañado, ¿qué habrá entendido? Conociéndolos más a ustedes, entiendo que tiene una potencia en lo que se comunica muy fuerte.

MC. Hay muchas mujeres iguales en nuestro continente. Después de esa función una vecina me dice: “Como me gustó tu trabajo, me emocioné, aprendí a hacer el pan, pero no tengo plata para la gorra. ¿Querés usar el baño? Es lo único que te puedo ofrecer”. Lo dijo maravillosamente. Era un deseo, una necesidad brutal de ofrecer algo, entonces eso no tiene precio. Yo quiero actuar en esos lugares, te abrazan llorando, te cuentan sus historias. Es nuestro tesoro porque estamos haciendo teatro. El que se emociona y te abraza de la nada, te puede pasar en París, que nos pasó, o en San Fernando. Los encuentros como Nuestra América son algo maravilloso y lo que sucede no está planificado ni estudiado, sale por otro lado. Entonces digo, ya voy a empezar a leer William Shakespeare, a DaríoFoo, al Becket, al Kafka, ya voy a empezar… pero no sé cuándo.

Los encuentros como Nuestra América son algo maravilloso y lo que sucede no está planificado ni estudiado, sale por otro lado

 

WEB: www.tatuteatro.com (trabajos, fechas, reseñas).

Fechas: Viernes 2 de diciembre a las 21hs. en el Club Central Norte de Martinez/ Domingo 4 de diciembre a las 20hs. Sala Aperecidas de Pacheco/ Encuentro de teatro popular Nuestra América en la Plaza de Infico de San Fernando del miércoles 7 al sábado 10.