Se lo considere "grande", "mediano" o "chico", a cada equipo de fútbol le toca atravesar por los buenos y malos momentos. Salvo excepciones muy marcadas, ninguno está exento a la época de vacas flacas. Un caso que así lo refleja es el de San Miguel, que en junio del 2013 descendió a la Primera D y que, en Navidad de ese mismo año, fue víctima de un insólito siniestro vial que le trajo un fuertísimo dolor de cabeza.
Mientras la gente alzaba las copas para brindar con sus parientes, un colectivero de la línea 440 fue agredido por tres pasajeros en estado de ebriedad, perdió el control del vehículo y colisionó de lleno contra el paredón lateral de la cancha del Trueno Verde, que encima había sido pintado meses atrás por hinchas y socios del club.
El desafortunado suceso ocurrió durante las primeras horas del 25 de diciembre en el estadio ubicado en la localidad de Los Polvorines, Malvinas Argentinas. El chofer transitaba por la calle Pedro Medrano y, tras ser atacado por los sujetos, impactó contra la estructura y derrumbó 14 metros de la misma.
Un año para el olvido fue para San Miguel, ya que hacía seis meses atrás había descendido a la última divisional del fútbol argentino al caer en un desempate ante Luján disputado en la cancha de Almagro. De esa categoría el Trueno logró escapar a finales del 2014, cuando le ganó la final del reducido a Leandro N. Alem en una dramática definición por penales, bajo una intensa lluvia.
En 2017, San Miguel dio el golpe y ascendió a la Primera B Metropolitana (tercera categoría) luego de 14 años, al vencer en Zárate a Defensores Unidos. Por eso mismo, y haciendo referencia a la introducción de esta nota, ningún equipo le escapa a los malos momentos, ni tampoco a los otros, a esos que les gusta vivir a los hinchas.